martes, 28 de febrero de 2012

OSHO...A CADA MOMENTO DEBEMOS MORIR PARA NACER DE NUEVO...♥

"Siendo Nan-in un buscador de la verdad, aspiraba a encontrar un maestro zen. Cuando lo encontró, vivió con él muchos años, y un día el maestro le dijo:
- Casi has alcanzado la meta.
Había dicho "casi", de modo que Nan-in le preguntó:
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Voy a enviarte a otro maestro durante unos días -respondió el maestro-. Eso te dará el toque final.
-¡Envíeme inmediatamente! -dijo Nan-in entusiasmado.
Con la carta que se le entregó, se dirigió nervioso y contento a la casa de quien él imaginaba que sería un maestro aún más ilustre que el suyo. Pero, al llegar, el hombre que lo recibió era un don nadie, un posadero, el portero de una fonda.
Profundamente decepcionado, se dijo: "¡Tiene que ser una broma! ¿Cómo va a ser este hombre mi último maestro, el que me dé el toque final?". Sin embargo, puesto que estaba allí pensó: "El camino ha sido largo; será mejor que me quede unos días a descansar, y luego volveré a casa". Así que se acercó al posadero.
- Mi maestro me ha dado esta carta -le dijo.
- Pero yo no sé leer. Guárdate la carta; no la necesito. Puedes quedarte.
- La cuestión es que se me ha enviado aquí para que aprenda algo de usted -explicó Nan-in.
- Yo no soy más que un posadero -contestó el hombre-; no soy un maestro ni un instructor. Debe de haber algún error. Quizá no sea yo la persona a la que buscas. Trabajo en esta fonda, y no te puedo enseñar nada porque no sé nada. De todos modos, puesto que has venido hasta aquí, puedes quedarte y observarme; tal vez eso te sea de alguna ayuda. Descansa y observa.
Pero no había nada que observar. Por la mañana, el hombre habría la puerta de la posada y empezaban a llegar los clientes. El posadero les servía y luego limpiaba lo que habían ensuciado, y fregaba las ollas y todo lo demás. Por la noche, la escena se repetía: una vez que se habían marchado los clientes y que los huéspedes se habían ido a dormir, limpiaba todos los utensilios, las cazuelas, lo limpiaba todo. Por la mañana, el proceso volvía a empezar.
Para el tercer día, Nan-in estaba aburrido.
- No hay nada que observar -le dijo al posadero-. Usted va y viene ocupado en sus labores, fregando cuencos y ollas; creo que ya es hora de que me vaya.
El posadero se rió, pero no dijo nada y Nan-in regresó a casa de su maestro. Estaba enfadado con él.
- ¿Por qué me ha hecho esto? ¿Por qué me obligó a hacer un viaja tan largo? Ha sido un aburrimiento. El hombre al que me envió a ver era un simple posadero, que no me enseñó nada, que únicamente me dijo que observara... ¡y no había nada que observar!
- Aún así. pasaste allí tres o cuatro días -dijo el maestro-. Aunque no hubiera nada que observar, debes de haber observado. ¿Qué es lo que hacías?
- ¡Lo observaba! Por la noche, limpiaba los utensilios de cocina, las ollas, lo ordenaba todo, y, por la mañana se ponía de nuevo a limpiar.
- ¡Ésta, ésta es la enseñanza! -exclamó el maestro. ¡Para eso te envié allí! El hombre limpiaba las ollas por la noche, y por la mañana volvía a limpiar aquellas ollas aparentemente limpias. ¿Por qué lo hacía? Lo hacía porque aún cuando por la noche no sucediera nada, por la mañana las ollas ya no estaban limpias del todo, ya que se había vuelto a depositar en ellas algo de polvo. Esto significa que, aunque ahora seas puro, y lo eres, aunque seas inocente, tienes que seguir limpiando a cada instante, pues, aunque no hagas nada, el simple paso del tiempo hará que te vuelvas impuro... El polvo se acumula y hay que quitarlo.
Este es el toque final, porque creo que has empezado a enorgullecerte de ser un hombre puro, y no eres consciente de que se necesita un constante esfuerzo por limpiar".
A cada momento debemos morir, para nacer de nuevo. Sólo entonces nos liberamos del conocimiento erróneo".

Osho, El libro del Yoga I, El nacimiento del individuo
http://osho-maestro.blogspot.com/

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