domingo, 25 de diciembre de 2011

EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN...♥

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Vamos ahora a comenzar a vislumbrar medios para llegar a liberarnos.

El Doctor Roles, en su libro “Una libertad duradera”, dice lo siguiente:

“Todos nuestros problemas surgen del hecho de que no nos recordamos

a nosotros mismos. Es difícil entender el significado de esto. Es como si

viviéramos en una casa pequeña y oscura que carece de cualquier tipo

de mobiliario y es como una prisión con barrotes en las ventanas. A

través de la meditación llegamos a salir de esta casa por cortos periodos

de tiempo y empezamos a darnos cuenta de que muy cerca hay un

enorme y espacioso palacio, que contiene todo lo que podamos desear.

Después de un tiempo de haber empezado a meditar podemos

sentarnos entre las dos casas, sintiéndonos incómodos y llenos de

nostalgia por la gran casa que está al volver la esquina. Pero si somos

pacientes y empezamos a saber más acerca de nosotros mismos, bajo

guía, pronto encontraremos esta casa, entraremos y saldremos de ella

cuando queramos y más tarde nos quedaremos a vivir allí.”


Solamente a través de mucha búsqueda y trabajo de minería se

obtienen el oro y los diamantes, y así el hombre puede encontrar cada verdad

conectada con su ser, si cava profundamente en la mina de su espíritu (alma);

y siendo el hacedor de su carácter, el moldeador de su vida y el constructor de

su destino, puede probar, ver, controlar y alterar sus pensamientos, previendo

sus efectos sobre él mismo, sobre los otros y sobre su vida y circunstancias,

ligando causa y efecto mediante paciente práctica e investigación, y utilizando

todas su experiencias, incluso la más trivial, en los sucesos de cada día, con

objeto de obtener ese conocimiento de si mismo que es Comprensión,

Sabiduría y Poder. En esta dirección y no otra está la Ley absoluta que dice “El

que busca halla; y para él la puerta se abrirá”; solamente mediante paciencia,

práctica e incesante trabajo puede un hombre pasar por la Puerta del Templo

del Conocimiento.

La mente del hombre es como un jardín que puede ser inteligentemente

cultivado o dejado crecer salvajemente; pero o cultivado o abandonado, debe y

puede dar fruto. Si no son sembradas útiles semillas en él, entonces una

abundancia de semillas de maleza sin valor caerá en él y continuarán

produciendo plantas del mismo tipo.

Tal y como un jardinero cultiva su parcela, manteniéndola libre de

maleza y haciendo crecer las flores y frutos que desea, así un hombre atiende

el jardín de su mente, escardando todos los pensamientos incorrectos, sin valor

e impuros , y cultivando hasta la perfección las flores y frutos de los

pensamientos correctos, válidos y puros. Siguiendo este procedimiento, un

hombre más pronto o más tarde descubre que es el maestro jardinero de su

alma, el director de su vida. También encuentra, dentro de sí mismo, las leyes

del pensamiento, y entiende, con creciente agudeza, cómo las fuerzas del

pensamiento y los elementos de la mente operan en la modelación de su

carácter, circunstancias y destino.

Pensamiento y carácter son uno y como el carácter sólo puede

manifestarse y descubrirse a través del entorno y de la circunstancia, las

condiciones externas de la vida de la persona siempre deberían estar en

armonía con su estado interno. Esto no significa que las circunstancias de una

persona en cualquier tiempo dado son indicativas de su completa personalidad,

sino que esas circunstancias están tan íntimamente conectadas con algún

elemento vital interno de sí mismo que, con el tiempo, son indispensables para

su desarrollo.

Cada hombre está donde está por la ley de su pensamiento; los

pensamientos con los que ha construido su carácter le han llevado donde está,

y en el plan de su vida no existe la casualidad, sino que todo es el resultado de

una ley infalible. Esto es tan verdad para aquellos que se sienten “inarmónicos”

con su entorno como para los que se sienten “armonizados” con él.

Como un ser que progresivamente evoluciona, el hombre está donde

está para poder crecer y aprender; y a medida que aprende la lección espiritual

que en cualquier circunstancia se le ofrece, progresa y da lugar a que surjan

otras circunstancias.

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